"Puede que creas que tu ayuda es sólo una gota en el océano pero... ¡qué diferente sería el océano sin ella!". Teresa de Calcuta

jueves, 7 de abril de 2016

Smriti House: Nuestra casa de acogida en Nepal



¡Hola a tod@s! 

Hoy os queremos contar con más detalle nuestro proyecto en Nepal, una casa de acogida en un barrio de Katmandú. El proyecto empezó en el año 2010, inicialmente con cuatro niñas, y actualmente conviven en la casa diecisiete niñas con edades comprendidas entre 4 y 17 años. Nos sentimos muy felices por estos seis años de andadura, y tenemos la ilusión y la esperanza de poder continuar otros muchos más. 

Las niñas con su uniforme para el colegio
 Desde el principio, nuestro objetivo fundamental fue mejorar su educación y así proveerlas de un futuro mejor, para ellas y también para su entorno. Las niñas proceden de familias en las que ha habido abandono paterno o bien problemas de alcoholismo o malos tratos. En Nepal sigue vigente el sistema de castas, por lo que las familias pobres no tienen los mismos derechos que las familias ricas.


El colegio privado al que acuden las niñas

Desde que son acogidas en la casa, las niñas viven en ella y acuden a un colegio privado. Por supuesto siguen viendo habitualmente a sus familias, que se sienten muy agradecidas de que sus hijas puedan acceder a educación privada y de que crezcan en unas condiciones dignas. Nos ocupamos de su alimentación, higiene, visitas médicas, material escolar, ropa, ayuda con los deberes, y por supuesto, de sus ratos de ocio y juego. También las implicamos en la limpieza de la casa y en la cocina, con tareas acordes a su edad. Para todo ello contamos con una coordinadora en la casa y con unas voluntarias fantásticas que nos ayudan en todas estas labores.
 
Haciendo los deberes con nustras voluntarias





La casa además se ha ido mejorando con los años, dotándola de mobiliario, agua caliente, calefacción, lavadora, frigorífico, batería de luz eléctrica, ordenador y televisión.

Os invitamos a ver este precioso vídeo en Youtube grabado por varias voluntarias en 2013



 
Queremos compartir con vosotros el testimonio de una voluntaria recién llegada de la casa, Ana:
  
“Hola, soy Ana, tengo 24 años y acabo de volver de la mejor experiencia de mi vida
No se me ha ocurrido una mejor manera y más clara de comenzar este relato. Quizás lo mejor sea que empiece por el principio.
Como acabo de comentar mi nombre es Ana. Soy psicóloga y siempre me ha llamado la atención las nuevas culturas y gentes. Quizás por eso, después de estar preparándome durante dos años el PIR decidí que me merecía un respiro. Debía ser algo que calmara un poco la sed que tenía de nuevas experiencias.
Todo este camino de preparación lo he vivido junto a mi amiga de muchos años: Julia. Y ella fue quien propuso la idea de hacer un voluntariado, pensaba que podía ser algo enriquecedor para ambas y que nos vendría bien ese cambio de aires tan esperado.
Buscamos a través de internet en varios países, diferentes proyectos… queríamos que fuera algo relacionado con nuestra pasión; la psicología. Así decidimos que debía ser un voluntariado social, en el que pudiéramos ayudar a la gente y poner así nuestro pequeño granito de arena.
Nepal nos llamó la atención desde un principio. Sabíamos que la situación del país no era fácil debido al terremoto que tuvo lugar hace ya casi un año. Además, una amiga de Julia había estado el verano pasado como voluntaria y sólo contaba maravillas de las niñas y del país.
De esta forma, finalmente, nos pusimos en contacto con la asociación y cerramos la fecha de ida. El 29 de febrero teníamos el primer vuelo; no llegaríamos hasta el día 2 de Marzo, pero la espera y las pocas horas de sueño merecerían la pena.
Y no nos equivocábamos.
Nepal es un país precioso, con una oferta cultural enorme. Sus paisajes son espectaculares, al igual que sus ciudades. Sin embargo, aunque todo eso es maravilloso, yo me traigo con especial cariño a sus gentes.
Los nepalíes son generosos hasta decir basta. Y eso mismo es lo que más te sorprende cuando estás allí. Un país que ha quedado devastado por una catástrofe natural tan horrible, mantiene la esperanza y la bondad en cada uno de sus habitantes.
En el mes que he estado allí, no puedo decir que en ningún momento haya pasado miedo, o me haya sentido intimidada. Siempre intentan ayudarte, hacerte la estancia allí más fácil y agradarte en todo momento.
Pero sin duda, lo más grande que me traigo es el cariño y amor que me han dado las niñas. Ellas son pura energía. Desde el minuto uno te acogen sin juzgarte, intentan que estés cómoda en todo momento y se preocupan por ti como si fueras una más de la “familia”.

Nuestra voluntaria Ana con algunas de las niñas

Nuestro día a día consistía en lo siguiente:
Nos levantábamos a las 6:30, para dar una clase de inglés o español a las niñas de 7 a 8:30. En ese momento ellas se cambiaban y se iban al colegio. Entonces nosotras teníamos la mañana libre para visitar Katmandú, acudir a clases de meditación, ayudar en el nuevo proyecto de alfabetización, etc…
Sobre las 15:30 las niñas volvían del colegio. Era momento de comer algo para después ayudarlas con los deberes. Cuando los acababan llegaba mi momento favorito del día: jugar con ellas.
Aquí voy a hacer un paréntesis para contar una anécdota que describe muy bien cómo es la vida allí y cómo son ellas. Recuerdo que el primer día cuando tocó la hora de juegos, una de ellas me cogió del brazo y me hizo sentar a su lado para enseñarme su juego favorito. Entonces yo, esperándome que sacara una muñeca, unas “cocinitas” o un yo-yo, me quedé sorprendida al ver que sacaba del bolsillo cinco piedras. Y así, me enseñó a jugar con ellas. Es un juego en cadena en el que tienes que ir completando poco a poco pasos hasta acabar en el último. Puede parecer una bobada, pero a mí me llamó mucho la atención que se entretuvieran tanto con cinco piedras. Cuando aquí al ver piedras, las apartamos de nuestro camino. Y además de sorprenderme eso, me gustó especialmente la manera que tuvo la niña de explicarme el juego, la paciencia que invirtió hasta que a mí me iban saliendo los pasos, y cómo se la veía emocionada al ver que yo me implicaba en un juego que era tan extraño para mí.
Y así todos los días… juegos tras juegos, las niñas y nosotras íbamos cogiéndonos más cariño.
Volviendo al día a día, después de estos ratos de “recreo” es hora de cenar. Y después, más juegos. Hasta que llega el momento de irse a la cama.
Puede parecer monótono o aburrido, pero no lo es. Es un día a día en el que sientes que, aunque sea “poco”, algo estás ayudando a estas diecisiete niñas.
Para acabar, comentar que los fines de semana los teníamos libres para poder visitar distintos lugares de Nepal que merecen mucho la pena (Chitwan, Pokhara, Patán, Chobar, Bhaktapur…) y que nadie debe perderse.
Creo que de mis palabras se desprende el cariño que he cogido a estas pequeñas y al país. Pero si cabe alguna duda, os animo a todos a ser partícipes de una experiencia como ésta. Es algo que enriquece a cualquier persona, y algo por lo que vale la pena ayudar económicamente. Sin duda, el trabajo que hace esta asociación es muy necesario, y sin la colaboración de todos (y de nuevas voluntarias) no sería posible.
Gracias a Sabina, Anita y Ana por estar siempre pendientes de que nos sintiéramos como en casa. Lo habéis conseguido.

Ana.”


Muchas gracias Ana por compartir tu experiencia con nosotros. Si alguno estáis interesados en vivir un voluntariado inolvidable, os animamos a visitar la sección de voluntariado de nuestra web.

¡Muchas gracias por seguirnos y hasta pronto!
 


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